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A partir de ahora, el que quiera falsificar los documentos de Cuatrecasas tendrá que robar la tipografía o, más difícil aún, encargar una copia —un trabajo de varios meses, incompatible con las prisas con las que se manejan estos asuntos— para que cualquier perito tipográfico no descubra el pastel en cuestión de segundos.